Pablo Gil y su transformación personal a través del running.
Persiguiendo los amaneceres:
Un impulso provocó desafiarse cada mañana. Hoy, una década después, Pablo continúa acumulando kilómetros en las calles y senderos del mundo.
Comenzó a correr con los escenarios volcánicos de su natal Puebla. Apoyado por amigos y motivado por su familia, descubrió en sus primeros kilómetros una energía que para él aún es difícil de describir, “la maldita felicidad”. Una frase emblemática, la cual ha sido adoptada por otros corredores que se identifican con esta sensación al correr.
¿Qué te motiva a levantarte cada mañana a correr?
Desde siempre los amaneceres me han parecido fascinantes; por la rutina del café, el frío húmedo de la madrugada y esa luz que solo puedo ver a esa hora. Esa sensación de ver salir el sol mientras corro, me hace conectar conmigo mismo. Me provoca el impulso para arrancar mi día y preparar mi cuerpo y mente para lo que tengo que hacer. Correr me hace conectar con mis pensamientos.
¿Cómo ha ido cambiando tu rutina a lo largo del tiempo?
Empecé a los 20 años impulsado por mi hermano, primero éramos solo él y yo por las calles de nuestra colonia, luego fuimos integrando a algunos amigos y poco a poco conformamos una de las primeras comunidades de corredores en México. Correr es un deporte increíble y parte de su magia es que puedes hacerlo solo o en grupo. Mi rutina actual cambia cada día, a veces me verás solo, otro día con tres o cuatro amigos y al siguiente con un grupo. Correr en comunidad te inspira y te va conectando con otras personalidades, en mi caso, hizo un vínculo fuertísimo con mi hermano. Fue él quien un día me dijo “cuando corres te veo una felicidad que no tienes en otro momento”, había en mí unas ganas de sonreír y gritar en cada trote. Esa energía indescriptible a la que le llamó “la maldita felicidad”, y por la cual me veo corriendo por el resto de mi vida.
¿Cómo ha ido cambiando tu rutina a lo largo del tiempo?
Empecé a los 20 años impulsado por mi hermano, primero éramos solo él y yo por las calles de nuestra colonia, luego fuimos integrando a algunos amigos y poco a poco conformamos una de las primeras comunidades de corredores en México. Correr es un deporte increíble y parte de su magia es que puedes hacerlo solo o en grupo. Mi rutina actual cambia cada día, a veces me verás solo, otro día con tres o cuatro amigos y al siguiente con un grupo. Correr en comunidad te inspira y te va conectando con otras personalidades, en mi caso, hizo un vínculo fuertísimo con mi hermano. Fue él quien un día me dijo “cuando corres te veo una felicidad que no tienes en otro momento”, había en mí unas ganas de sonreír y gritar en cada trote. Esa energía indescriptible a la que le llamó “la maldita felicidad”, y por la cual me veo corriendo por el resto de mi vida.
Tienes una década corriendo, ¿cuáles son las enseñanzas que has obtenido del running?
Son muchísimas las lecciones que me ha dejado, la satisfacción de cruzar la meta de los seis Majors en menos de tres años, es una de ellas. Hay quien me dice que debí haberlos hecho en más tiempo, pero algo en mí decía que debía hacerlo así y no me arrepiento. Después llegó la pandemia; han sido dos años en los que todos hemos vivido de una u otra manera alguna transformación. Nunca sabes a qué te vas a enfrentar el día de mañana, así que si lo sientes, hazlo.
El running también me ha enseñado que, así como hay éxitos, hay derrotas. Que no importa qué tan preparado esté tu cuerpo, muchas veces es igual o más importante preparar también tu mente. Fue una lección que aprendí en la práctica y me hizo entender que para sumar kilómetros, necesitas tener en orden tus pensamientos.
Tienes una década corriendo, ¿cuáles son las enseñanzas que has obtenido del running?
Son muchísimas las lecciones que me ha dejado, la satisfacción de cruzar la meta de los seis Majors en menos de tres años, es una de ellas. Hay quien me dice que debí haberlos hecho en más tiempo, pero algo en mí decía que debía hacerlo así y no me arrepiento. Después llegó la pandemia; han sido dos años en los que todos hemos vivido de una u otra manera alguna transformación. Nunca sabes a qué te vas a enfrentar el día de mañana, así que si lo sientes, hazlo.
El running también me ha enseñado que, así como hay éxitos, hay derrotas. Que no importa qué tan preparado esté tu cuerpo, muchas veces es igual o más importante preparar también tu mente. Fue una lección que aprendí en la práctica y me hizo entender que para sumar kilómetros, necesitas tener en orden tus pensamientos.
Cuando miras atrás y ves tus logros, tus medallas, ¿qué te viene a la mente?
Tengo todas mis medallas guardadas, todas son especiales sin importar el tamaño de la carrera. Representan disciplina, persistencia, esa parte de estar ahí y haber corrido 37 maratones. Además de las medallas, atesoro aún más mis números. Me parecen importantísimos pues cada uno es mi ID de la carrera, nadie más tuvo ese número. Ambos son importantes, son recuerdos que están en el corazón.
¿Quiénes han sido tus motores como corredor?, ¿quién te motiva a seguir cuando ya no puedes más?
Mi familia, indiscutiblemente son ellos quienes me han motivado y me apoyan para seguir en todos los aspectos de mi vida. Es en mi mamá, mi hermano y mi hermana en quienes pienso cuando voy corriendo, es en mi papá a quien le pido me proteja en la carrera desde el cielo. Llevo a mis padres tatuados en el brazo como dos rosas, como ese símbolo de amor entre los enamorados. También me motiva el tatuaje que llevo en las rodillas, el poema de “Rise and Shine” que dice “brilla contigo, estás haciendo algo nuevo, estás haciendo un maratón”.
¿Te ves corriendo durante toda tu vida?
Tengo el sueño de correr hasta mis últimos días; de sumar en mis etapas a mi pareja, a mis hijos y hasta a mis nietos. Quiero piernas para correr toda la vida. Lo que he logrado ha sido una construcción de lo que he hecho y quiero seguir contagiando para que otros sientan esta felicidad.