Un espacio seguro en Kabul donde las mujeres pueden entrenar juntas

Comunidad

Este estudio de yoga solo para mujeres ofrece apoyo, confianza y amistad.

Última actualización: 8 de abril de 2021
Mi terreno de juego: Un espacio de entrenamiento seguro para las mujeres

"Mi terreno de juego" es una serie que muestra los lugares que sirven de nexo entre atletas y sus comunidades.

Adéntrate en el Momtaz Yoga Center de Kabul, Afganistán, para trasladarte momentáneamente lejos de la violencia constante que sufre la ciudad y de los espacios dominados por los hombres. Gracias a su amplitud, sus numerosas plantas y sus enormes ventanales del suelo al techo, podría decirse que es el típico estudio de yoga urbano, pero tras sus paredes se esconde mucho más que eso.

Mi terreno de juego: Un espacio de entrenamiento seguro para las mujeres

"No me siento tan cómoda en ninguna otra parte... ni siquiera en mi propia casa".

Farida Esmat

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Las mujeres se acercan con impaciencia a la puerta para asistir a la primera clase presencial en grupo. Cinco meses atrás, la pandemia por el nuevo coronavirus obligaba a cerrar el estudio.

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La propietaria e instructora Fakhria Momtaz da la bienvenida a la estudiante Farida Esmati con un abrazo, como si nada hubiera cambiado. "No me siento tan cómoda y tranquila en ninguna otra parte... ni siquiera en mi propia casa", susurra Farida al oído de Fakhria. "Me alegra estar de vuelta, hermana". Farida tardó varias semanas en reunir el valor necesario para visitar el estudio por primera vez hace dos años, y desde entonces no ha dejado de frecuentarlo. "El yoga me salvó", dice. "Me sacó de la depresión, me dio confianza y me enseñó que necesito cuidar de mí misma. Cada vez que vengo aquí, me siento como una recién nacida, un pájaro libre, aliviada, sin dolor en el cuerpo y en la mente".

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Fakhria, quien recurrió al yoga después de que su trabajo de oficina le empezase a ocasionar dolor de cuello y espalda, comienza la clase enseñando a las estudiantes a permanecer presentes, a centrarse en su respiración y a cambiar de postura con confianza. "Me hice instructora de yoga para llenar los corazones y mentes de las mujeres de paz y seguridad", explica. No es tarea fácil. Hace pocos meses, tuvo que esconderse después de recibir amenazas de muerte cuando se hicieron virales unas fotos suyas impartiendo una clase de yoga al aire libre en el suroeste de Kabul para celebrar el Día Internacional del Yoga. Dice que la creciente influencia de los talibanes la alarma, pero que eso no la detiene. "Aunque tenga que dejar mi patria de nuevo, continuaré mi lucha por el bienestar de las mujeres y nuestros derechos en Afganistán", afirma.

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Mientras las mujeres practican la postura del saludo al sol, Jafar Hoseini (izquierda) y Habib Jawid cuidan de sus hijas en la zona de espera para que sus esposas puedan concentrarse en el momento presente y dejar atrás aquello de lo que tratan de escapar. Están haciendo mucho más que cuidar de sus hijas: son la viva imagen del cambio social que se está produciendo poco a poco en Kabul.

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A veces, los niños como Asna, de 2 años de edad, se cuelan en clase para ver a sus madres en acción, y hacen que el espacio se parezca más al hogar de una gran familia que a un estudio donde entrenar. "Cuando mi madre era joven, en Kabul no existía un lugar seguro donde las mujeres pudieran hacer ejercicio", dice Fakhria. "Espero que tanto mis esfuerzos como este estudio allanen el camino para la próxima generación".

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Desde su creación en 2016, el espacio, que Fakhria y su marido, Reza Momtaz, crearon en las instalaciones de una empresa de TI de su propiedad, se ha convertido en un santuario para más de 500 mujeres. Su estudio no es el primero del país, pero cree que es el primero en haberlo hecho público. "Necesitamos mostrar otra cara de Afganistán, una positiva", dice. Fakhria tiene grandes planes para que este mensaje traspase las paredes de su estudio. Actualmente, la familia Momtaz está desarrollando una aplicación que hará que el yoga sea accesible para todos los afganos, especialmente para las mujeres que no pueden salir de sus hogares.

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Cuando terminan la savasana, las mujeres no se van. En vez de eso, se ponen a charlar sobre sandías. Es otra de las formas en que Momtaz Yoga Studio se aleja del típico espacio de yoga (y en realidad, de cualquier otro espacio de Kabul), ofreciendo un ambiente seguro que anima a las mujeres a pensar y actuar libremente. Una de las visitantes habituales le pregunta a Zarifa si le ha gustado su primera clase. "Me he sentido transportada a otro lugar", responde, "a un mundo feliz y lleno de paz". Y así, el sol se pone detrás del edificio mientras las mujeres regresan a sus casas un poco más felices y esperanzadas que cuando llegaron.

Texto y fotografía: Kiana Hayeri

Publicado: agosto de 2020

Publicación original: 28 de febrero de 2021