¿Te gusta el tenis? ¿Jugamos un partido?
Comunidad
En esta escarpada isla escocesa, la pista de tenis más remota del Reino Unido reúne a personas de todas las edades y niveles.
"Mi terreno de juego" es una serie que muestra los lugares que sirven de nexo entre atletas y sus comunidades.
En la isla de Harris, situada en las Hébridas Exteriores, frente a la costa oeste de Escocia, viven unas 20.000 personas resistentes, y unas 50.000 ovejas aún más resistentes. Gracias a los habitantes y a las ovejas se obtiene el producto típico de la isla que se conoce en todo el mundo: la lana tweed tipo Harris hecha a mano. Y es que las personas de esta comunidad están tan unidas como las ovejas de un rebaño.
Si cierras los ojos, oirás el romper de las olas, el balar de las ovejas esparcidas por las montañas y a los habitantes de la isla gritando por un punto de partido. Sin ninguna lógica aparente, en mitad de este antiguo y aislado terreno se encuentra la pista de tenis Bunabhainneadar, la más remota del Reino Unido, si no del mundo entero. En esta comunidad aislada, en la que la distancia social es habitual, esta pista de tenis se ha convertido en un elemento fundamental.
La actividad en la pista a veces implica cortes del poco tráfico que hay. Un par de turistas salen de un coche de alquiler para hacer unas fotos. "¿Qué pasa? ¿Nunca habéis visto una pista de tenis?", dice entre risas Mike Briggs, de 65 años, mientras saluda desde la hierba artificial.
Hace un tiempo, Mike y Peggy también eran turistas. Pasaban los veranos siempre en la misma cabaña que alquilaban justo al otro lado de la montaña. En 1992, los propietarios les llamaron para decirles que iban a vender la casa y los Briggs, sin pensárselo dos veces, decidieron comprarla y mudarse allí de forma permanente desde el sur de Inglaterra.
Harris está tan al norte como Juneau, la capital de Alaska, así que, mientras los veranos son idílicos y hay muchos visitantes, los inviernos son una época lúgubre y solitaria con pocas horas de luz y fuertes tormentas procedentes del Atlántico Norte.
Cuando hicieron el registro sanitario al llegar, les dijeron que la mayoría de las personas que no son de allí se queda como mucho dos años; pero los Briggs no eran como esa mayoría. "Lo único que echábamos de menos era el club de tenis en el que jugábamos y donde Mike entrenaba a los más pequeños", afirma Peggy. Por esta razón, decidieron construir uno para la comunidad.
James McGowan enseña a jugar a su hijo, Aaron.
Cuando la pareja llegó, los niños y niñas de la isla jugaban golpeando una pelota de un lado a otro de una red de pesca puesta en la carretera y que tenían que bajar cada vez que pasaba un tractor. "Pensábamos que tener una pista de tenis sería muy positivo para esta comunidad", explica Peggy. No tenían ni idea de cuánto.
Imágenes de la isla de Harris.
Cuando vienes de fuera, lo mejor es ser prudente con las personas del lugar. Hicieron cuestionarios y les consultaron con respeto. Su respuesta fue unánime: construid la pista de tenis de vuestros sueños y nosotros jugaremos allí. Comprar el terreno fue lo más sencillo: "Por suerte para nosotros, el entonces propietario de North Harris Estate, Jonathan Bulmen, nos apoyó y nos vendió el terreno por una libra", afirma Mike.
"No es una pista de tenis como las demás. Sus cimientos se hicieron directamente en la propia montaña de Harris".
Andrew Morrison
La pista fue diseñada teniendo en cuenta el paisaje natural.
"No es una pista de tenis como las demás. Sus cimientos se hicieron directamente en la propia montaña de Harris", explica Andrew Morrison, propietario del Harris Hotel. No fue fácil recaudar las 62.000 libras (unos 70.000 euros) que necesitábamos para construir la pista y el acogedor pabellón de madera en el que resguardarnos: fueron cuatro años de reuniones, subvenciones y muchísimas cartas escritas a mano y enviadas a jugadores profesionales y amantes de este deporte de todo el mundo para preguntarles si les gustaría ser miembros vitalicios del Outer Hebrides Tennis Club por 50 £ (57 €). "En ese momento, no había correo electrónico y el fax era demasiado engorroso, así que escribimos en torno a 500 cartas", afirma Mike.
Todo esto funcionó y llegaron muchas solicitudes de personas interesadas. Incluso la leyenda del tenis Bunny Austin envió 5 £ (unos 6 €) desde Australia. "Creo que les atrajo el encanto de nuestro proyecto", afirma Peggy.
El tenis es una actividad social para los habitantes de la isla.
Si echas un vistazo rápido al libro de firmas que hay en el pabellón, verás que visitantes de lugares tan lejanos como Nueva Zelanda, Canadá y Argentina han pagado hace poco la cuota anual de alquiler de 17 £ (unos 19 €) para utilizar la pista durante 90 minutos. Sin embargo, lo más importante es que esta instalación está disponible todo el año para los habitantes de la isla de todas las edades, muchos de los cuales agradecen tener momentos de conexión social y física. Además, los Briggs organizan un torneo anual de tenis en el día del Boxing Day (el 26 de diciembre), con vino caliente y pasteles de carne para los jugadores y los espectadores.
Dan Mackinnon y John Macleod juegan un partido de dobles contra Andrew y Hugh Morrison.
Dan Mackinnon y John Macleod juegan un partido de dobles contra Andrew y Hugh Morrison. Dan Mackinnon: a la izquierda en la primera foto. John Macleod: a la derecha en la primera foto. Andrew: segunda foto y a la izquierda en la cuarta. Hugh Morrison: a la derecha en la cuarta foto.
"Nunca había jugado al tenis, pero, desde que la pista abrió, juego con bastante frecuencia", afirma John Macleod, un agricultor que ha crecido en la isla. Los Briggs han enseñado a jugar a muchos niños y niñas de la isla y muchos siguen jugando hoy en día, como los Morrison, propietarios del cercano Harris Hotel de Tarbert (Escocia) desde hace más de 100 años. "No sé si practicaría este deporte si viviera en otro lugar, pero es un placer jugar en este entorno", dice Andrew.
Desde la parte superior izquierda en el sentido de las agujas del reloj: Diana McKinnon, Ruth Hamilton, Morag MacDonald, Christine Macmillion, Diana, Peggy, Diana, Ruth, Morag
Desde la parte superior izquierda en el sentido de las agujas del reloj: Diana McKinnon, Ruth Hamilton, Morag MacDonald, Christine Macmillion, Diana, Peggy, Diana, Ruth, Morag
No obstante, no es un espacio dedicado solo al tenis. "La pista se utiliza de muchas más formas de las que habíamos pensado", afirma Mike. Además de ser entrenador homologado por la Lawn Tennis Association, es profesor cualificado de hatha yoga. Por su parte, Peggy es entrenadora personal y profesora de pilates certificada especializada en ayudar a las personas mayores a desarrollar la movilidad. Siempre que pueden, dan clases en este estudio al aire libre con vistas al mar. El aire fresco y las increíbles vistas no solo fortalecen el cuerpo, también la mente y el alma. "El contraste de colchonetas de colores y piernas moviéndose en el aire con el paisaje es precioso", explica Peggy.
Los turistas vienen de todas partes del mundo porque la pista es algo novedoso, pero los habitantes de la isla vienen por la importancia de ser parte de una comunidad. "Atrae a gente de todo el mundo", afirma Mike. "Sin embargo, para nosotros es más significativo que la gente viaje una hora desde el otro extremo de la isla para venir a clase un día de lluvia", añade Peggy.
Texto: Hugo Macdonald
Fotografía: Tori Ferenc
Publicado: septiembre de 2020