Nunca pares de escuchar
Department of Nike Archives
Bill Bowerman fue más que una persona innovadora, también supo resolver problemas y nos enseñó que no importa qué grandes sean: lo primero es escuchar.
Cuando Bill Bowerman empezó como entrenador del equipo de atletismo de la Universidad de Oregón (EE. UU.) en 1948, la mayoría de zapatillas de running parecían zapatos de vestir de piel con clavos en las suelas. Bill era un estudiante impecable en todos los campos, desde anatomía hasta composición de materiales, y buscaba formas de mejorar los diseños de la época. Sin embargo, cuando le envió a los fabricantes de zapatillas de running sus ideas, muy pocos quisieron escucharlo, por no decir ninguno.
Por eso Bill se puso a trabajar en el taller. Lo mismo acoplaba unas zapatillas absolutamente únicas con partes superiores de piel de serpiente, de ciervo o de pescado, que le quitaba los clavos a otro modelo y los recolocaba para un runner en concreto: siempre buscaba nuevas formas de añadir a las zapatillas ligereza, velocidad y más eficiencia en cada paso.
Hayward Field, la legendaria pista de la Universidad de Oregón, era el campo de pruebas de sus experimentos. Bill tenía una pequeña oficina bajo las gradas, cuya puerta daba directamente a la calle 8 exterior de la pista. Cuenta la leyenda que Bill solía asomar la cabeza por la puerta y llamaba a algún estudiante de primer año desprevenido para probar su última creación. Tanto si el resultado eran calambres en el pie durante días o todo un descubrimiento, Bill siempre se aseguraba de conseguir un informe detallado y tenía en cuenta los datos para su próxima versión.
"Me sigo preocupando por ese tipo de runner que yo llamo 'hamburguesa'. No van a batir ninguna marca récord, pero sí pueden aprovechar todo su potencial". — Bill Bowerman
Cuando Kenny Moore, runner de la Universidad de Oregón y futuro atleta de maratón olímpico, se rompió el pie en un entrenamiento, Bill abrió las zapatillas que llevaba y descubrió que la falta de sujeción en el puente del pie había contribuido a su fractura por sobrecarga. Bill diseñó unas zapatillas con goma esponjosa en el talón y el antepié, suela interior con amortiguación y suela exterior de goma firme para que Kenny se las pusiera durante la recuperación. El resultado se convertiría en las Nike Cortez, una de las zapatillas de running más icónicas y vendidas del mundo.
Un prototipo fabricado para Kenny Moore (en la imagen) sería la inspiración de las legendarias Nike Cortez.
Los runners de la Universidad de Oregón no eran las únicas personas que se beneficiaban de las ganas de Bill de resolver pequeños problemas. Cuando remodelaron las gradas de Hayward Field, Bill llevó su taller al sótano de un centro médico de la ciudad de Eugene. Allí crearía zapatillas específicas para las necesidades ortopédicas de cada paciente y, a cambio, llevaba a sus runners a las máquinas de rayos X para conseguir imágenes detalladas de los huesos del pie. Así diseñaría patrones de clavos exclusivos para cada persona.
Supuestamente, Bill nunca quiso que lo llamasen "innovador", prefería "solucionador de problemas". Aunque su trabajo hizo avanzar el mundo del diseño de zapatillas a pasos agigantados, él se dio cuenta de que la verdadera innovación no sucede de forma aislada. Primero hay que escuchar y, después, ver el problema. A continuación, busca una solución y, con suerte, cambiará el mundo.