Érase una vez una niña con un corazón enorme lleno de sentimientos. Lucia creció en Kreuzberg, un animado barrio del oeste de Berlín popular por el arte urbano y la música punk-rock. Rodeada de grafitis llamativos, mercados bulliciosos y festivales con mucho ambiente, Lucia vivía cada día con alegría y emoción.

Después, sus padres se separaron y empezó a sentir toda clase de sentimientos oscuros y tristes como el enfado, la tristeza y la confusión. A veces, incluso los experimentaba todos a la vez.

Afortunadamente, con 11 años, descubrió el baile. Divirtiéndose en el estudio con sus amigas se dio cuenta de que podía gestionar sus emociones (ya fueran buenas, malas o de cualquier tipo) con saltos, giros y juegos de pies. En concreto, le encantaba el hip hop, porque le daba mucha libertad para improvisar movimientos. En la pista de baile, tener sentimientos tan potentes era un punto fuerte, no una debilidad.

"El baile me ayudó a encontrar mi camino. Por eso, espero poder ayudar a otras chicas a creer en sí mismas y ganar fuerza y confianza".

Lucia no tardó mucho tiempo en descubrir el krump, un tipo de danza urbana expresiva que se caracteriza por las pisadas fuertes, los golpes de piernas, los balanceos de brazos y los movimientos de pecho. La gente suele retener muchas emociones en el pecho y, a Lucia, el krump la liberó. "La danza me ha ayudado a expresarme y a gestionar mis sentimientos", afirma.

Después de la universidad, Lucia quiso ayudar a otras chicas a descubrir su poder mediante la danza. Empezó haciendo sustituciones en academias de baile y, poco después, ya empezó con sus propias clases. Hoy en día, enseña krump a tiempo completo a niñas preadolescentes. Les ayuda a bailar desde el corazón. "El movimiento nace de dentro", explica Lucia a sus estudiantes. "Mostrar vuestros sentimientos más sinceros le da autenticidad y belleza a vuestro baile".