Favia vuelve a escalar la vida con fuerzas
Cultura
Te presentamos a una escaladora que retomó su pasión tras recuperarse de un cáncer y que ha redescubierto su fuerza y su propósito.
"Al aire libre" es una serie para conocer a atletas del día a día, que buscan la conexión y el equilibrio en el mundo natural.
Son las 8 de la tarde en las afueras de Albuquerque (Nuevo México, EE. UU.) cuando la linterna frontal de Favia Dubyk ilumina su siguiente punto de apoyo en The Temple, la cueva de piedra caliza a la que va todas las semanas. Las polillas, atraídas por la luz, revolotean alrededor de su cara. El calor del día aún no ha desaparecido y su cuerpo brilla empapado en sudor. Favia lleva una hora escalando, pero aguanta el impulso de ahuyentar a los insectos y sigue subiendo con fuerza. La vía que escala, de nivel experto y con un grado de dificultad V11, está llena de resbaladizas presas a las que tiene que agarrarse para no caerse de la pared y de pequeños salientes a los que apenas puede llegar con la yema de los dedos. "Es bastante duro, pero es el lugar menos duro al que se puede ir", admite entre risas.
Favia escala hasta las 22:30, momento en el que recoge su colchoneta y lleva a regañadientes a su perro Hans de vuelta al sendero. Ya en casa, se toma una segunda cena rica en proteína y, cuando le baja el nivel de adrenalina, se queda dormida. Esta es su vida cinco días a la semana. Es dura, pero le encanta. "Es la razón principal por la que me levanto por las mañanas", afirma. "No hay nada en la vida que disfrute más que escalar en roca".
Favia tiene un agudo sentido del equilibro, literal y metafóricamente hablando. A sus 33 años, esta escaladora profesional y médica a jornada completa compagina dos empleos: durante la semana, trabaja como médica entre 60 y 100 horas y escala entre 20 y 25 horas. Esta dedicación impresionaría a cualquiera, pero es digna de todavía más admiración si tenemos en cuenta que ha superado un cáncer y descubrió la escalada hace unos 10 años, solo un año antes de su diagnóstico en 2012.
"Antes de empezar a escalar, no había practicado muchas actividades al aire libre", afirma. "Ni siquiera sabía que existía la escalada al aire libre. Cuando me invitaban a escalar en la naturaleza, respondía: '¿Por qué iba a querer ir a escalar una pared de plástico al aire libre?'. No sabía que se escalaba en roca". Y no es que no le fueran los deportes: de pequeña practicaba gimnasia, patinaba sobre hielo y montaba a caballo. Ella misma explica que su vida giraba en torno a esos deportes, no a actividades al aire libre ni al senderismo.
Poco a poco, algunos fines de semana, empezó a conducir entre cuatro y siete horas para ir a las pequeñas zonas de escalada más cercanas. Cuando se quiso dar cuenta, iba todos los fines de semana. "Aprendía cada vez más y me acostumbré a estar al aire libre, a la ciudad, a los insectos y al senderismo. Mejoré mis habilidades al aire libre", afirma Favia. "Me gusta el sonido que hacen mis pies de gato contra la roca de verdad", explica al hablar sobre el sonido ligero y débil de sus zapatos de escalada, como el de los dedos golpeando un escritorio. "Oír los pies de gato hace que sienta que la roca y yo somos una".
Aun así, Favia era muy consciente de que era una de las pocas personas negras de la zona que practicaba escalada. "En bastantes momentos de mi vida, era habitual ser la única persona que representaba a la comunidad", afirma. Pero se alegraba mucho cuando veía que cada vez eran más personas negras. "Cuando veía algún miembro más de la comunidad aparecer por las puertas del gimnasio me hacía mucha ilusión. ¡Era genial!".
Aunque avanzaba rápidamente como escaladora y seguía el exigente ritmo de la Facultad de Medicina, Favia desarrolló una enfermedad crónica en otoño de 2011. El equipo de enfermeros facultativos de su centro de salud para estudiantes no escuchó sus preocupaciones, le diagnosticó asma y le recetó un inhalador. "Fue horrible", recuerda Favia. Ella sospechaba que un linfoma, que justo acababa de estudiar, podía ser la causa de su enfermedad, pero no cambiaron de opinión. "Pedí repetidamente que me hicieran una radiografía y me la negaron", añade. En junio del año siguiente, sus síntomas habían empeorado de forma considerable y empezó a tener dificultades para respirar y tragar. Una vez, escalando, se cayó de la pared porque le costaba respirar. Un mes después, el equipo médico le encontró una masa de 13 centímetros en el pecho y le diagnosticó un linfoma en estadio avanzado a esta por aquel entonces estudiante de medicina. Dejó la Facultad de Medicina y pasó el año siguiente en tratamiento contra el cáncer. "Cuando me sometía a la quimioterapia, no había posibilidad de empate, solo podía ganar", afirma.
Aunque Favia llevaba poco tiempo escalando antes de su diagnóstico, la escalada le dio un objetivo que cumplir cuando terminara el tratamiento. "Me dio una fuerte razón por la que seguir viviendo. No podía obsesionarme con el dolor porque me gustaba mucho la escalada", recuerda esta superviviente cuyo cáncer está en remisión desde 2013. "Puedo soportar cualquier cosa con tal de volver a la roca".
Favia volvió a una vía que había estado proyectando (término utilizado en la escalada para denominar al tiempo que se dedica a perfeccionar una vía concreta) antes de su diagnóstico. Era una cueva de grado V5 llamada The Helicopter, situada en el bosque estatal de Coopers Rock, a las afueras de Morgantown (Virginia Occidental, EE. UU.). El espacio tenía tan poca altura que prácticamente no podía sentarse erguida en él. Repitió los movimientos varias veces hasta que alcanzó la cima con éxito. Ese logro reavivó su pasión por las actividades al aire libre. Quería ver hasta dónde podía llegar su cuerpo.
"La escalada hace que sientas que tienes poder. Ves una roca y crees que es imposible subir ahí. Luego descubres cómo hacerlo y la sensación es increíble", explica Favia. "Tienes que salir de muchas zonas de confort distintas. La valentía, la fuerza y el rompecabezas son la clave. Te permite descubrir muchas cosas sobre ti, por ejemplo, cuánto puedes exigirle a tu cuerpo y a tu mente".
Favia no ha dejado totalmente atrás sus dolencias físicas. Tiene que tener mucho cuidado con los cortes y los rasguños porque ahora su cuerpo tarda más en cicatrizar y es más propensa a las infecciones. Además, el tejido cicatrizado tras el tratamiento contra el cáncer han dado lugar a problemas de movilidad que le han provocado los problemas de espalda y cadera que ha padecido durante años. Desde hace poco camina de nuevo con normalidad, aunque sus amigos tienen que ayudarla a caminar hasta los lugares de escalada. "Llevar entre 18 y 22 kilos de material es demasiado", afirma. Aunque para la mayoría de las personas que practican escalada los pies son la clave de su estrategia, los contratiempos de Favia han convertido esta disciplina en un deporte principalmente centrado en la parte superior del cuerpo. También es esta la razón por la que prefiere escalar voladizos a paredes rocosas escarpadas. "Cuando caigo de pie, se me disloca la cadera, pero, si caigo directamente sobre la espalda, no me duele la cadera", explica.
Las actividades al aire libre han ayudado a Favia a volver a concentrarse. En los últimos siete años, la escalada se ha convertido en una vía de escape de un trabajo estresante en el que se pasa el día tomando decisiones cruciales para la salud. "No sé por qué me divierte tanto rasparme la piel con rocas muy afiladas, sangrar, hacerme moratones y correr el riesgo de romperme los huesos y morir", afirma. "Solo sé que me gusta resolver problemas y rompecabezas, y la escalada es un rompecabezas que tienes que resolver utilizando tus capacidades mentales y tu cuerpo".
"En el pequeño mundo que he creado, tengo un espacio seguro que está al aire libre".
Favia también ha encontrado una comunidad gracias a las actividades al aire libre. Colabora con Melanin Base Camp, una plataforma centrada en la diversidad en los deportes de aventura al aire libre, y comparte sus experiencias y su amor por las escaladas a poca altura en su sitio web Traverse Girl. También ha empezado a dar a conocer este deporte a nuevos escaladores. "No descubrí la escalada hasta que terminé la universidad. Así que quiero que este deporte mejore sus vidas como lo hizo con la mía", dice Favia. "Quiero darles la oportunidad de decir que han nacido para escalar".
Según Favia, es demasiado pronto para saber si los últimos esfuerzos por hacer que los deportes al aire libre sean más inclusivos tendrán un gran impacto. También señala que sigue haciendo falta que haya diversidad de razas, géneros y nivel de habilidad en los rocódromos. Sin embargo, espera que su presencia muestre a las personas negras y las que han superado un cáncer que hay sitio para ellas en la naturaleza. "Durante pocas horas, lo principal que tengo en mente es averiguar cómo subir esta pared de roca", afirma Favia. "En el pequeño mundo que he creado, tengo un espacio seguro que está al aire libre".
Texto: Colleen Stinchcombe
Fotografía: Evan Green
Publicado: septiembre de 2020